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Gara o Caprice, pero siempre...Sara.

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domingo, 10 de enero de 2010

♥ - Más allá de los Sueños.

Hay una luz, en algún lugar adonde van los sueños de la humanidad.
Hay una luz dentro de ti adonde están los sueños que van a venir
para volver a despertar, no te olvides:
nunca dejes de soñar, nunca dejes de soñar.
Hay una luz que no se ve, brilla desde adentro desde la niñez
hay una luz en algún lugar, allí donde los sueños se hacen realidad.
Más allá del sol, más allá del mar, más allá del tiempo sé que hay un lugar
donde quiero ir, donde quiero estar, hoy la fantasía se hace realidad...


Hoy hago una pausa en mi descanso, porque quiero pasear entre nubes de algodón, columpiarme en un arco iris de ilusión y volar surcando el cielo envuelta en un haz de luz, hasta llegar a un lugar al cual os quiero invitar, donde os esperan diez corazones que abrirán la puerta mágica de los sueños e intentarán colocaros alas a los vuestros, para que voléis por el maravilloso mundo de los sentimientos con total libertad.

Hoy día 10, “Más allá de los Sueños”, os abre sus puertas, os esperamos.



jueves, 7 de enero de 2010

♥ - Pausa.

Después de mucho pensarlo, he decidido hacer una pausa en el Jardín, desde hace algún tiempo solo me dedico a publicar y apenas presto atención a nada más, por lo cual no os dejo ningún comentario y no me parece nada justo, a todos nos gusta ser leídos y yo no me siento bien al no hacerlo, así q me tomare un descansillo e intentare q el cansancio no gane la partida, para volver a estar cuanto antes con vosotros.
Os quiero dejar con la historia de una princesa “Gara” q al igual q yo, intentaba encontrar su camino.
Besos y abrazos cálidos.


La leyenda de Gara y Jonay – Amor Eterno.

Cuenta la leyenda que…

… en la Gomera existían, entonces, siete chorros de los que emanaba agua mágica y cuyo origen nadie conocía. Estos siete chorros, aparte de regalar virtudes a quienes de ellos bebían, podían revelar, al mirar en sus aguas, si el amor estaba por llegar. Si el agua era clara, el amor se hallaba en camino, pero si se enturbiaba, poco o nada debía esperarse.

Ocurrió un año que, aproximándose ya las fiestas de Beñesmén un grupo de jóvenes gomeras casaderas acudieron a los conocidos como Chorros de Epina, para juntar agua de cada uno de ellos en un pequeño estanque, y mirarse luego en él. Entre ellas se encontraba Gara, princesa de Agulo, que esperaba ansiosa el momento de descubrir lo que le deparaba el destino, Entre risas, se acercó y reflejó su bello rostro sobre el mágico elemento. Al principio le devolvió una imagen tranquila y perfecta, pero luego, ante su sorpresa, surgieron sombras y la silueta comenzó a agitarse, apareciendo, de pronto, en medio de todo, un sol abrasador que borró todo movimiento….

Gerián, el sabio del lugar y encargado de interpretar los símbolos mágicos, hizo a la dulce Gara una advertencia:

-Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego, Gara, o el fuego habrá de consumirte”.

Gara guardó silencio, intentando ocultar sus temores y no dándole importancia, pero el extraño presagio corrió de boca en boca, llegando a todos los que la conocía…

Ya en las vísperas de las fiestas de Beñesmén, llegaron de Tenerife, la isla vecina, los Menceyes, acompañados por familiares y otros nobles. Entre ellos se encontraba el Mencey de Adeje, que venía con su hijo Jonay, joven fuerte y diestro en cualquier competición. Desde el primer momento en que lo vio, Gara no pudo dejar de observarlo, y en cuanto sus miradas se encontraron, el amor los atrapó sin remedio.

Poco después, y aún en fiestas, como era costumbre, su compromiso se hizo público.

Pero he aquí que en cuanto se empezó a propagar la feliz noticia, El Teide, también conocido como Echeyde (infierno), majestuoso volcán tinerfeño, empezó a escupir lava y fuego por su cráter, con tanta fuerza que, incluso desde la Gomera, el espectáculo era aterrador. Entonces recordaron el presagio dado a la inocente Gara y aquel comenzó a tomar forma:

Gara, princesa de Agulo, el lugar del agua; Jonay, puro fuego, procedente de la Isla del Infierno…”

Aquel amor era, pues, imposible. Grandes males amenazaban a aquellas gentes si los jóvenes amantes no se separaban. No cabía opción y las propias familias de ambos se encargaron del resto. Rota la unión, el volcán recuperó la calma, y concluidas las fiestas, regresaron a Tenerife los vecinos tinerfeños… Más uno se fue con el alma vacía y el pecho quebrado…

Cuentan que Jonay, desesperado, se lanzó al mar en medio de la noche, para nadar hasta la playa de su amada. Dos vejigas de animal infladas atadas en la cintura le ayudaban a flotar cuando las fuerzas se le agotaban. Larga fue la travesía y ya con las primeras luces del alba llegó a su destino. Furtivamente fue en busca de su amada, y, al encontrarse, se abrazaron apasionadamente. Pasados unos momentos, decidieron escapar por los bosques gomeros y en conocido como “El Cedro“, se entregaron a la pasión y al amor.

Pero el padre de Gara, enterado de la huida de su hija, no tardó en salir furioso en su busca. Reunió un numeroso grupo de hombres y no tardaron en encontrarlos. Los hallaron fundidos, amándose, y cuando los jóvenes se percataron de su presencia, buscaron lo que creyeron la única salida posible….. Una implacable vara de cedro afilada, colocada entre ellos, uniendo sus corazones, fue su aliado mortal.

Mirándose a los ojos, prometiéndose amor eterno, se apretaron el uno contra el otro, traspasándose y dejándolos unidos para siempre.


sábado, 2 de enero de 2010

♥ - Una Princesa Distinta II.

Cayó la noche justo cuando volvió a cambiar el paisaje. Ya no era de hielo, al contrario, acababa de entrar en un vergel. Eligió un claro situado junto a un riachuelo, ofreció una manzana a su caballo, que se fue a pastar, contento. Ella cenó, confiada, preparó sus mantas y durmió, eso sí, con el puñal en su mano.

Reconoció dos sentimientos nuevos:

El primero; agradecimiento hacia la anciana, sus obsequios resultaban muy útiles.

El segundo; el miedo y esa extraña sensación de seguridad al dormir con un arma en la mano.

No lo pensó más. Cerró los ojos y se sumergió en la oscuridad.

Cuando volvió a abrirlos, se encontró rodeada de gente que la miraba con mucha curiosidad.

Buenos días – saludó, sin preguntarse si estaba peinada o despeinada.

Buenas… ¿Quién eres? ¿Te ha pasado algo? – se interesó, solícito, un muchacho.

No,estaba durmiendo – contestó la princesa, bostezando.


Los curiosos se alejaron, suponiendo inmediatamente que aquella chica sólo era una excéntrica mugrienta que no tenía nada que contarles. Junto a ella sólo se quedó el muchacho, que intentó justificarlos.

Se nos hace raro ver a una chica- carraspeó- viajando sola.

No veo por qué ir acompañada- repuso la princesa- ¿Cómo se llama vuestra tierra?

El muchacho, con gran orgullo, se sentó junto a ella, sobre la hierba, y con voz suave y clara respondió:

“Bienvenida a la tierra de la Poesía, sus paisajes son bellos, se cultivan todas las artes, la gente es sofisticada y delicada… y nada nos gusta más que una historia interesante”.

Me parece estupendo – comentó la princesa, sin mostrar apenas entusiasmo- ¿Hay muchos hombres en esta tierra?

Un destello de humor surgió de los ojos del muchacho.

¿Cuántos quieres?

¡Oh! – exclamó la princesa, poniéndose en pie- sólo uno, pero que me sirva

El muchacho no pudo refrenar la risa.

Que te sirva… ¿para qué?

Para que me acompañe a Olvido, mi reino.

Creo que necesitarás ayuda. Ven a mi casa.

La princesa, sin dudarlo, le siguió.

Él la condujo a una casa de madera, llena de adornos, flores, espejos…

Muy bonita – alabó la princesa - ¿Dónde están las sillas y las mesas?

No me gustan, quitan espacio a la habitación.

Pero son necesarias.

Con el suelo me arreglo – replicó él, molesto.

Pues- condenó la princesa- veo que sacrificas la comodidad de tu parte posterior por la estética de tu salón, pero en fin, tú mismo.

La estética es lo primero que vemos- le explicó el muchacho, expresándose como si hablara con una niña pequeña- ¿no te gusta llegar a un sitio y encontrártelo limpio, ordenado, adornado, pulcro...? ¿no te gusta ver a la gente aseada y elegantemente vestida?- aproximándose más a ella, añadió - Lo que los demás piensen va a depender de cómo nos vean. No lo olvides.

Pues – respondió la princesa, alejándose instintivamente otro paso – lo primero que se piensa de ti es que, o bien ni te sientas ni comes, o bien que eres capaz de sacrificarlo todo por una apariencia.

El muchacho forzó una sonrisa y le dijo:

“Necesitarás mi ayuda; eres ignorante pero yo soy generoso” – tomó aire – “Espérame, voy a conseguir algunas cosas que vas a necesitar. Tú aséate y disfruta de la estancia. Te aseguro que, si sigues mis consejos, saldrás de aquí con un hombre bajo el brazo”.

La princesa se rió al imaginarse a sí misma saliendo con un hombre “bajo el brazo”, pero agradeció, cortés, su generosidad… “aunque se que te dices generoso” – dijo para sí – “porque necesitas saberme ignorante y necesitada”.

Así que, siguiendo su consejo, se aseó, comió un poco y aguardó su regreso.

El chico no tardó demasiado… pero volvió con tantos presentes que necesitó dos asnos para cargarlos.

¿Qué me traes? – se asombró la princesa.

Vestidos de seda, un corsé, zapatos de tacón, algunas joyas, perfume, algo de maquillaje… y un espejito pequeño para que, estés donde estés, puedas comprobar si estás deslumbrante o si necesitas algún retoque.

La princesa a duras penas daba crédito a lo que veía.

¿Todo eso lo has comprado ahora?

Sí, te voy a convertir en una dama.

Ya soy una dama- replicó algo ofendida- y lo soy de nacimiento, no necesito esos adornos. Además, no me gusta que te gastes tanto dinero en mí y me causas un problema, porque no sé cómo voy a llevar ese equipaje.

El muchacho no se inmutó, esperaba esa reacción.

Déjame hacer y ya verás.

Ella aceptó, por experimentar, no sin prometerse a sí misma que no haría llegar hasta Olvido ni a los asnos ni a su carga. Una vocecilla interior le susurró: “Da igual cuánto te maquilles, no harás disminuir el tamaño de tu nariz”.

Él la acicaló como quien cuida un jardín, esculpe una escultura o compone una poesía. Mientras la arreglaba, recitaba:

“Mago quien convierte la madera en una estrella”.

Pero la princesa, en lugar de aplaudir su sensibilidad e ingenio, rió de ese modo tan desagradable y comentó:

“Veo que adornas tanto las palabras como tu casa o, incluso, mi persona… ¿Hace eso más interesante lo que dices?”.

¡Paciencia!- se pidió el joven a sí mismo… y siguió con su tarea.


Finalmente se contempló en el espejo, no con admiración pero sí con interés. Vio a una chica alta, morena, de rasgos proporcionados, y sana. Llevaba su pelo oscuro recogido en una red y sus facciones armónicamente resaltadas por el maquillaje.

No hay nada especial en mi nariz – fue el veredicto de la princesa.

¿Qué dices? ¡si estás preciosa!- gritó el muchacho, emocionado- vas a ir conmigo al baile de esta noche, te voy a presentar en sociedad- le anunció.

¿Es que este pueblo no tiene plaza? Sólo quiero preguntar a los hombres si hay alguno dispuesto a estar conmigo. No creo que sea necesario perder el tiempo en…

El muchacho se llevó su dedo índice a los labios, en inequívoca petición de silencio.

Shhh. A veces es necesario perder el tiempo para ganarlo.

Así llegó la noche. Él, ejerciendo con ella casi un papel paternal, le daba consejos:

“Cuando bailes, déjate llevar, no guíes. Cuando rías, no enseñes tus dientes. Acompaña tus palabras con una sonrisa. Muévete con suavidad, no hagas gestos bruscos. No comas toda la comida del plato. Demuestra tu sensibilidad cada vez que tengas ocasión…”

Ella asentía, pero no asimilaba tanta norma estúpida. Se sintió, por primera vez, hipócrita. Le estaba sonriendo, más agradecida a su voluntad de ayudar que a la ayuda que le proporcionaba en sí, mientras se reservaba su opinión sobre toda aquella farsa.

“¿Qué es la belleza?”- pensaba –“Algo que alguien decide y los demás, por inercia, aclaman”.

Si se callaba su opinión era porque no quería apenar al poeta… la visión de las lágrimas en los ojos del guerrero la había impactado mucho.

Un rato después habían entrado en un palacio. Una pequeña orquesta tocaba y los habitantes de aquel reino se reunían en torno a la mesa, repleta de bandejas con variados tentempiés o salían a la pista de baile.

Algunos recitaban sus poemas, relataban historias o entonaban novedosas melodías para entretener a los comensales.

La princesa intentaba disimular. Cualquier acción allí estaba sujeta a unas normas… oscuras e incomprensibles.

Observaba a los bailarines, sus movimientos se sincronizaban en extraña armonía y no sólo en lo referente al baile…

“Es la ocasión “- susurró el poeta, sentado a su lado- “que los jóvenes aprovechan para cortejarse. Fíjate en sus miradas… nadie baila con la pareja que realmente desea… pero, aunque no lo creas, en el fondo juegan a encontrarse”.

Mira- confesó la princesa, exasperada- así me va a ser imposible encontrar a nadie… no soporto estar sentada aguardando a que alguien se fije en mí… y no me parece lo más inteligente.

Así que la princesa, para perplejidad de los comensales, se puso en pie y pidió la palabra. Los bailarines cesaron en sus giros y la orquesta calló; pendientes de ella.

Señoras y señoras – comenzó- los puntiagudos zapatos me aprietan, el corsé me impide respirar, vuestra charla me aburre, no sé bailar vuestra música… y no creo que sea mi misión en esta vida aprender a soportaros… - hizo una breve pausa- … sino encontrar al hombre que me acompañe hasta mi reino, Olvido. ¿Algún voluntario?

Los presentes habían enmudecido. Era la primera vez en el Reino de la Poesía que sucedía algo que rompiera sus esquemas.

Ya veo que no hay voluntarios- dedujo la princesa- ni aún con el beneplácito del espejo de mi amigo.

El poeta la contemplaba, fascinado.

Pues ya que nadie quiere estar conmigo, tendré que buscar la forma de divertirme en esta fiesta… ¿Sabéis? ¡Voy a bailar! – anunció, con risas estridentes - ¡con o sin música! ¡con o sin compañía! Pero – arrojando sus zapatos de tacón - ¡sin zapatos!.

Y danzó… y el poeta, inspirado, obedeció a su impulso de salir a la pista a bailar con ella… hasta que, sin ser conscientes de ello, se fueron quedando solos.

Oye – le dijo la princesa – nunca me había divertido tanto. Ya sé para qué sirven vuestras normas estúpidas, sirven para darse el gustazo de romperlas - y se rió, muchísimo. El poeta ya no encontraba desagradable su risa

Sí, acabo de descubrir la belleza que hay en el ejercicio de la libertad.

La princesa le abrazó, conmovida.

Tú te has puesto a bailar conmigo… ¿Por qué no me acompañas a Olvido?

El poeta le dirigió una media sonrisa.

Nunca te comprometas con un poeta… nosotros rendimos culto a la belleza… pero la belleza siempre es efímera, no podemos dar amor… - le avisó – el poeta necesita ser inspirado, el aburrimiento lo consume… créeme- añadió, mientras acariciaba su cara con el dorso de la mano- seré más feliz recordándote, culpándome por no haberte acompañado y dedicándote versos en la distancia que acompañándote a tu reino.

No te entiendo – objetó la princesa, muy seria.


Ya lo harás…


Volvieron a casa del poeta, callados. Una vez que cruzaron el umbral, ella le dirigió una mirada interrogante.

Como seguirás viajando – suspiró – no podrás cargar con todos los vestidos que traje… pero quiero que elijas uno.

El rojo- contestó, sin necesidad de volver a mirarlos- es un vestido que me atrae mucho.

El poeta asintió.

Plasmarás en tu exterior lo que llevas por dentro. Bien – se acercó a la cómoda y sacó un objeto del primer cajón – Quiero que aceptes este pequeño espejo… cabe en la palma de tu mano.

Ella lo aceptó y lo guardó en su hatillo.

Y… - salió un instante al jardín, para regresar con una rosa en sus manos- acéptame esta rosa, es especial, nunca se marchita. Quiero que cada vez que la mires te acuerdes de mí .

La princesa la examinó. Era una rosa extraña, sin espinas, de pétalos grandes de un aterciopelado tono rojo oscuro.

La princesa se acostó, durmió y, a la mañana siguiente, partió sigilosa, sin despedirse del poeta, con su caballo y con el equipaje, cada vez más pesado.



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Continuará...

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